Efecto modificador de la enfermedad del ejercicio en la enfermedad de Parkinson

En el Congreso Virtual de la Sociedad de Trastornos del Movimiento (MDS) de 2020, dos expertos explicaron que el ejercicio aeróbico y el entrenamiento de resistencia frenan la progresión de las manifestaciones motoras de la enfermedad de Parkinson y recomiendan que los pacientes hagan ejercicio desde el momento del diagnóstico. Además, las personas que no padecen enfermedad de Parkinson y practican una actividad física de moderada a intensa tienen una probabilidad más baja de sufrir la enfermedad.

El ejercicio es una actividad física repetitiva destinada a mejorar la forma física, comentó la Profesora Terry Ellis, de Boston, MA. No solo puede reducir el riesgo de desarrollar EP,1–3 sino también mejorar los síntomas motores y cognitivos de las personas con EP y frenar la progresión de la enfermedad.4–10

El ejercicio físico regular reduce el riesgo de desarrollar EP

La Profesora Ellis añadió que los ejercicios aeróbico y de resistencia son seguros y factibles para las personas con EP, y que el ejercicio de alta intensidad es seguro y mejora los síntomas motores en personas en el estadio inicial y medio de la EP.10 Se recomienda que todos los pacientes con EP comiencen a practicar ejercicio con la ayuda de un fisioterapeuta tras el diagnóstico.

 

Menor riesgo de desarrollar la EP

El ejercicio tiene efectos beneficiosos en la neuroplasticidad

El Dr. Priya Jagota, de Bangkok, Tailandia, confirmó que el ejercicio físico puede modificar el riesgo de desarrollar EP. Las pruebas que respaldan este efecto incluyen:

  • El hallazgo de que las personas que practican ejercicio físico regular en la universidad tiene menos riesgo de desarrollar EP1
  • Los ratones que corren en una rueda muestran una agregación de α-sinucleína en el cerebro significativamente más baja, y concentraciones plasmáticas de α-sinucleína monomérica significativamente más altas en comparación con los ratones de control2 

El Dr. Jagota afirmó que los modelos animales también han revelado efectos beneficiosos del ejercicio en la neuroplasticidad de los circuitos y las conexiones sinápticas.3

 

Mejora los síntomas motores y la cognición

El ejercicio mejora las habilidades cognitivas

Explicó que los estudios han demostrado que el ejercicio no solo es beneficioso para los síntomas motores de la EP, sino que también mejora las habilidades cognitivas::

  • En personas con EP moderada, el ejercicio aeróbico mejora la cognición y la capacidad de deambulación4
  • En personas con EP de leve a moderada, 24 meses de ejercicio de resistencia progresivo o el Fitness Counts modificado (mFC), que incluye ejercicios de estiramiento, fortalecimiento no progresivo, equilibrio y respiración, y está recomendado por la Fundación Nacional de Parkinson, mejoraron la atención y la memoria operativa6

El entrenamiento de resistencia también mejoró significativamente la fuerza muscular en pacientes con EP, en comparación con los grupos control.5

 

Frena la progresión de la EP

El ejercicio de resistencia tiene un efecto modificador de la enfermedad

La Profesora Ellis también dijo que el ejercicio de resistencia tiene un efecto modificador de la enfermedad

  • El ejercicio de resistencia progresivo provoca una reducción estadística y clínicamente significativa de las puntuaciones de la Escala Unificada de la Enfermedad de Parkinson-III en comparación con el mFC7
  • Las imágenes de resonancia magnética funcional en reposo obtenidas después de un entrenamiento de resistencia muestran un aumento de la actividad en la sustancia negra, que sugiere un aumento de la actividad dopaminérgica8

Para concluir, la Profesora Ellis comentó que, además de mejorar los síntomas clínicos, el ejercicio tiene un efecto beneficioso en la neurogénesis y sinaptogénesis, al  inhibir el estrés oxidativo y a través de la producción de factores de crecimiento.9

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Referencias

  1. Sasco AJ, et al. Arch Neurol. 1992;49:360–5.
  2. Zhou W, et al. PLoS ONE 2017;12(12):e0190160. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0190160.
  3. Petzinger GM, et al. Lancet Neurol. 2013;12:716–26.
  4. Picelli A, et al. Funct Neurol. 2016;31:25–31.
  5. Roeder L, et al. PLoS ONE 2015;10(7):e0132135.
  6. David FJ, et al. Mov Disord. 2015;30:1657–63.
  7. Corcos DM, et al. Mov Disord. 2013;28:1230–40.
  8. Kelly NA, et al. Med Sci Monit. 2017;23:6064–71.
  9. Xu X, et al. Int Rev Neurobiol. 2019;14:745–74.
  10. Schenkman M, et al. JAMA Neurol. 2018;75:219–226.