La pandemia de COVID-19 supone un desafío para el bienestar mental de la población general y amenaza de exacerbar las dificultades de aquellos que ya padecen problemas de salud mental. La crisis también plantea problemas sin precedentes para quienes atienden a enfermos graves infectados por el virus.
Según una encuesta nacional realizada por la American Psychiatric Association en marzo de 2020, a cerca de la mitad de los norteamericanos les preocupa contraer la COVID-19, y un 40 % está preocupado por la posibilidad de padecer una enfermedad grave o fallecer.1 Más de un tercio de los encuestados afirman que el virus está afectando gravemente su salud mental.
En una encuesta a 1210 ciudadanos chinos de 194 ciudades que se llevó a cabo en enero de 2020, el 16,5 % de los encuestados experimentaban síntomas depresivos moderados o graves y el 28,8 % ansiedad moderada o grave.2
Dada esta información, los psiquiatras son trabajadores casi tan clave como los médicos que combaten las consecuencias físicas de la infección COVID-19 a nivel poblacional. Los psiquiatras, además, tienen una función más específica, la de apoyar a sus pacientes previos que son particularmente susceptibles de presentar depresión y ansiedad.
Los efectos a corto y a largo plazo de la pandemia en la salud mental serán profundos
Pacientes especialmente vulnerables
Los pacientes con problemas de salud mental constituyen un grupo amplio y vulnerable de la sociedad. Esta vulnerabilidad deriva de diversos factores:3
Las personas institucionalizadas presentan un riesgo elevado de infección. Más en general, las comorbilidades, el estigma y las barreras que impiden un acceso rápido a la atención sanitaria aumentan la posibilidad de presentar complicaciones.3 También pueden existir factores individuales como el deterioro cognitivo y una menor conciencia del riesgo y de la necesidad de protección personal.3
Duan and Zhu4 destaca la necesidad de que los gobiernos nacionales planifiquen intervenciones psicológicas integradas para la crisis teniendo en cuenta la gravedad de los síntomas y el lugar del tratamiento, incluyendo unidades de aislamiento y cuarentenas domiciliarias. Se debería prestar atención a la prevención de la salud de los enfermos mentales, el tratamiento agudo y el seguimiento, si es necesario.
Los profesionales sanitarios se enfrentaron a decisiones de vida o muerte
Desafío sin precedentes para el bienestar de los profesionales sanitarios
Si disponen del equipamiento correcto, los profesionales que trabajan con enfermos críticos pueden estar protegidos de la infección. Pero las consecuencias psicológicas de tener que tomar decisiones de vida o muerte a diario son más difíciles de gestionar. El New England Journal describe el racionamiento de ventiladores como la “elección más dura” a la que los médicos se han enfrentado.5 Cuando este tipo de decisiones violan el código moral o ético del médico, el “daño moral” puede ser profundo.6
Las sugerencias sobre cómo se pueden atenuar las consecuencias para la salud mental incluyen preparar honestamente al personal para las decisiones que tendrán que tomar, ofrecer foros en los que los desafíos emocionales se puedan comentar de forma segura y una supervisión de apoyo.6
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